Se cumplen 25 años de la muerte del purpurado catalán,
figura clave de la Iglesia durante la Transición
El cardenal Narcís Jubany: un hombre sencillo, austero y
pacificador
Hoy, 26 de diciembre, se cumplen 25 años de la muerte del cardenal Narcís Jubany. Nacido el 12 de agosto de 1913 en Santa Coloma de Farners, en el seno de una familia humilde, Narcís Jubany i Arnau estudió en el seminario de Barcelona, fue ordenado presbítero el 30 de julio de 1939 y destinado como vicario a Piera. Pronto fue enviado a ampliar estudios a la Universidad de Comillas, donde obtuvo el doctorado en Derecho Canónico. Posteriormente, en la Universidad Gregoriana de Roma, se doctoró en Teología. Fue profesor de Derecho Canónico en el Seminario de Barcelona, viceconsiliario de los Jóvenes de Acción Católica y consiliario de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas.
Canónigo de la catedral de Barcelona, el 24 de noviembre de
1955 fue nombrado obispo auxiliar de esta diócesis (con el arzobispo Modrego) y
el 1964, obispo de Girona, donde desplegó una gran actividad, sobretodo en la
renovación pastoral y litúrgica. Participó activamente en el Concilio Vaticano
II, con algunas intervenciones suyas que fueron decisivas en el grupo de los
padres conciliares progresistas y como obispo de Girona, tuvo problemas con las
autoridades franquistas, sobre todo por sus palabras en catalán, en la fiesta
de Corpus de 1969.
En diciembre de 1971 (ahora hace 50 años), fue nombrado arzobispo de Barcelona, para sustituir a D. Marcelo González, después de la campaña “Volem bisbes catalans” (Queremos obispos catalanes). Un año largo más tarde, Jubany fue creado cardenal por el papa Pablo VI, el 5 de marzo de 1973 i el 23 de marzo de 1990 se le aceptó la dimisión de la sede de Barcelona, que ocupó el obispo de Tortosa, Ricard Mª Carles.
Sus contactos con obispos de otros países le proporcionaron una visión abierta y ecuménica de la Iglesia, y con Tarancon, tuvo un papel decisivo durante la Transición. El cardenal Jubany, de línea claramente montiniana, participó en la redacción del documento del episcopado catalán, “Arrels cristianes de Catalunya” (Raíces Cristianas de Catalunya) de 1985. Además, creó en Barcelona la Universidad Ramon Llull.
Obispo plenamente conciliar, Jubany afirmaba que “el
alejamiento de la Iglesia en relación con el franquismo, fue posible gracias al
Vaticano II” y por eso, durante las sesiones del Concilio, el obispo Jubany
apostó claramente por el aggiornamento. En una intervención suya en el aula
conciliar, el 15 de octubre de 1963, el obispo Narcís defendió en nombre de
doce obispos españoles la colegialidad episcopal de la Iglesia: “La estructura
jerárquica es primacial y colegial a la vez, desde el punto de vista teológico
y jurídico”. Eso causó una gran indignación en la mayor parte del episcopado
español, profundamente franquista. Años más tarde, el cardenal Jubany recordaba
que cuando salió del aula conciliar, “nuestros hermanos en el episcopado, se
esforzaban en saber quienes eren aquellos obispos traidores”.
Hombre entrañable, muy inteligente y dialogante con todas les sensibilidades de la diócesis de Barcelona, el cardenal Jubany tenia una notable formación jurídica (como buen canonista) pero revestida de una gran humanidad. Por eso se había quejado porque “el Derecho Canónico, alguna vez ha perjudicado a la gente”.
El cardenal Jubany sufrió, porque tenía un ideal de una Iglesia más democrática y más sensible a los problemas de la sociedad. Apoyó a los sacerdotes obreros de los suburbios e incluso pagó algunas multas que les imponía el franquismo. Su sabiduría y su prudencia dejaron una profunda huella en la Iglesia de Barcelona. Además sabia confiar en sus colaboradores, porque, con humildad solía decir: “Yo no sé de todo”.
Hombre de dialogo, el 1 de enero de 1977, en la homilía de la Jornada Mundial por la paz, el cardenal Jubany se sumaba a la petición de una amnistía, “un deseo que yo comparto”. El canónigo de la catedral de Barcelona, Josep Mª Martí Bonet recordaba que el cardenal Jubany y él mismo, se reunían cada mes con el cardenal Tarancon y el P. Martín Patino (en un lugar discreto), para perfilar líneas de actuación conjuntas. Como ha dicho el canónigo Martí Bonet, el cardenal Jubany “sabía mirar a los ojos” y “con una actitud sinodal, colaboraba y confiaba en sacerdotes, religiosos y laicos”.
En sus 18 años como arzobispo de Barcelona, recuperó el ministerio del diaconado permanente (renovado por el Vaticano II) y convocó en 1981 la Asamblea Diocesana, para dialogar entre las diversas maneras de pensar, sobre la problemática de la Iglesia. També propició un dialogo entre la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. Así en la Eucaristía de la fiesta de la Merced de 1982, el cardenal Jubany pedía al presidente Pujol y al alcalde Maragall, “un lenguaje noble y sin ultrajes”, y en 1989 exhortaba a “una buena inteligencia entre la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona”.
El cardenal Narcís Jubany murió el 26 de diciembre de 1996, hoy hace 25 años, después de haber vivido la última etapa de su vida como arzobispo emérito, de una manera sencilla, en la residencia de los hermanos Camilos de la ciudad Condal.
El sacerdote Josep Mª Aragonès, en la Eucaristía del entierro del cardenal Jubany, lo definió muy exactamente, ya que dijo que era un hombre que sobresalía “por la sencillez, la austeridad y por su carácter pacificador”.
Pablo VI con monseñor Marcelo González, el cardenal Tarancón
y monseñor Narciso Jubany
En espera
Pare Josep Ma Cardona 1948-2010
Como decía Bernat Vivancos, el P. Josep Mª Cardona era "una persona querida, un amigo entrañable, un monje cercano", que "amaba y se hacía querer"
Como enfermero de la comunidad acompañé al P. Josep Mª en su enfermedad, unos años de lucha contra el tumor que le diagnosticaron y donde descubrí en él un hombre amable y afable, que nunca se quejó de la situación que vivía
Diez años después de su muerte, los monjes, los exescolanes y sus padres, recordamr una sencillez y un auténtico amor" a todas las personas que le conocían
En este 20 de septiembre se cumplen diez años de la muerte del P. Josep Mª Cardona, monje de Montserrat, un hombre de un corazón grande y de una gran bondad.
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